Repasando textos antiguos sobre Atom Rhumba me asombro de lo pequeñas que se quedan ahora palabras expresadas sobre su antepenúltimo disco, aquel “Backbone ritmo” que les colocó en el pódium del que nadie les ha desplazado. Concretamente aquella que decía “la primera prueba de que un disco estatal merece ser mencionado por su excelencia es que no parezca hecho aquí”. Obsoleto queda ese argumento porque a fecha de hoy y tras las correspondientes escuchas altisonantes de “Gargantuan Melee”, es incuestionable que Atom Rhumba son, al menos, Euratom Rhumba. Y que frescas novedades de artistas en principio no lejanos (se me ocurren Grinderman, Kim Salmon ó Jim Jones) quedan por debajo del gargantúa. Con ellos ya no se da el odioso “Bienvenido Mr. Marshall” del rock, porque hasta ese irritante aficionado medio que subestima la cantera local, con Atom Rhumba hace una excepción.
Replanteamientos, cambios de formación tan requeridos como obligados, paternidades de su preceptor Rober!, adicciones, muy traumáticos fallecimientos demasiado cercanos, todo han sido motivos de peso para la anunciada ausencia de la Rhumba Reina de los escenarios durante 2008 y 2009. Pero ahora que vuelven a estar entre nosotros todo parece volver a cobrar sentido. Porque a pesar de que la antes mentada escena local se haya podido seguir más o menos renovando, en un nada severo acto de constricción nos damos cuenta de que el fenómeno Atom Rhumba ha sido irrepetible. Con ellos en activo todos nos sentimos más cómodos, porque son el orgullo nacional para numeroso público y más de un plumífero redactor.
Palabrería corporativa si no viniera avalada por el pedazo de placa que acaban de dar a luz sin cesárea. “Gargantuan Melee” ha sido el disco más esperado desde aquel memorable 4 de Junio 2010 en que una azotea de la Avenida Mazarredo servía, en lugar de para despedirse del mundo ilegalmente como fue el caso de los Beatles, para presentar al transeúnte, también sin permiso, la nueva formación de Atom Rhumba. Aquella reunión de público rock y artístico en la atalaya del Ensanche bilbaíno probaba que ya eran mascota favorita de todas las esferas.
¿Y cómo creéis que han reaccionado ante las adversidades?. Pues con mayor dosis de inmediatez que nunca, con todo grabado en primera toma y las voces como mucho en segunda, con infinita más estabilidad en los nudos energéticos de los nuevos miembros, con temas conscientemente más cortos, sonando más No New York que nunca y con un hedonismo pornográfico en algunos textos que les era desconocido. Con dos cojones y bola extra. Porque la nueva formación de Atom Rhumba parece nacida para estar ahí. Permanecen Rober!, Nacho Beltrán (qué gran sonido le saca a sus tambores Kaki Arkarazo) y el saxo trepidante de Joe Gonzalez. Cambia de instrumento Iñigo Garcés (ahora bajista) y entra por la puerta principal un hombre destinado a tocar con Atom Rhumba, Joseba Irazoki, que llega para desbancar a cualquier otro guitarrista heterodoxo habido y por haber. Con Iñigo y Joseba estamos hablando de posiblemente los dos músicos (y compositores en sus otros proyectos, lo que ahora facilita mucho las cosas a Rober! a la hora de hacerse entender) más hiperactivos de todo Euskal Herria. No citaremos sus mil aventuras paralelas; solo diremos que esta formación de 4+1 supera con creces a cualquier otra anterior. Damos fe los que ya hemos tenido oportunidad de comprobar en directo el efecto disuasorio de una base rítmica cartesiana, un Joe que mete el saxo por las partes pudendas cuando le dejan, un Rober! fundador que está como nunca en toda su variedad de screams y, sobre todo, esos cruces abrasivos de guitarra abstracta entre el mentado fundador y el músico feliz Joseba.
Fernando Gegúndez (Ruta 66)